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viernes, 22 de julio de 2011

Madre

De qué pozo volcánico
proviene ese inmenso amor
que se desprende
de tus manos.

A media noche te has crucificado
para sanar mis heridas;
por ti he crecido
bebiendo la vida de tus pechos.

¡Oh Diosa terrenal
que tantas veces
venciste por mí el sopor
del sueño!

Sigues aquí cuando
todos ya se han ido,
arropándome con tu manto,
siendo la luz de este oscuro camino.

Tus palabras no envejecen,
tienen en su aliento
la fragancia eterna de los cielos.

Voy a ir a tus brazos,
a correr en ellos como
lo hace la liebre en el campo;
Madre, voy a ir por tu mano,
esa que sabe curar
todo lo que en mí ha tocado.

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